"Muchas personas tienen distintos hobbies. Unas coleccionan monedas antiguas o sellos, a otros les gustan las labores, y otros emplean la mayor parte de su tiempo libre en la práctica de algún deporte. A muchos les gusta también la lectura pero lo que leemos es muy variado, unos leen sólo periódicos o cómics, algunos les gustan las novelas, y otros prefieren libros sobre distintos temas, tales como la astronomía, la fauna o los inventos tecnológicos. Aunque a mí me interesen los caballos o las piedras preciosas, no puedo exigir que todos los demás tengan los mismos intereses que yo, sí sigo con gran interés todas las emisiones deportivas en la televisión, tengo que tolerar que otros opinen que el deporte es aburrido. ¿Hay, no obstante, algo que debería interesar a todo el mundo? ¿Existe algo que concierne a todos los seres humanos, independientemente de quiénes sean o de en qué parte del mundo vivan? Si, hay algunas cuestiones que deberían interesar a todo el mundo. ¿Qué es lo más importante en la vida? Si preguntamos a una persona que se encuentran el límite del hambre, la respuesta será comida. Si dirigimos la misma pregunta alguien que tiene frío, la respuesta será calor y si preguntamos una persona que se siente sola, la respuesta seguramente será estar con otras personas. Pero con todas esas necesidades cubiertas, ¿hay todavía algo que todo el mundo necesite? Los Filósofos opinan que sí. Opinan que un ser humano no vive sólo de pan, es evidente que todo el mundo necesita comer, todo el mundo necesita también amor y cuidados. Pero aún hay algo más que todo el mundo necesita. Necesitamos encontrar una respuesta a quiénes somos y por qué vivimos. Interesarse por el que vivimos no es, por lo tanto, un interés tan fortuito o tan casual como, por ejemplo, coleccionar sellos. Quien se interesa por cuestiones de ese tipo está preocupado por algo que ha interesado a todos los seres humanos desde que viven en este planeta, ¿Cómo ha nacido universo?, y ¿el planeta? y ¿la Vida aquí?, son preguntas más grandes y más importantes que quien ganó más medallas de oro los últimos Juegos Olímpicos de invierno. La mejor manera de aproximarse a la Filosofía es plantear algunas preguntas filosóficas: ¿Cómo se creó el mundo? ¿Existe alguna voluntad o intención detrás de lo que sucede? ¿Hay otra vida después de la muerte? ¿Cómo podemos solucionar problemas de ese tipo? y, ante todo: ¿Cómo debemos vivir? En todas las épocas, los seres humanos se han hecho preguntas de este tipo, no se conoce ninguna cultura que no se haya preocupado por saber quiénes son los seres humanos y de donde procede el mundo. En realidad, no son tantas las preguntas filosóficas que podemos hacernos. Ya hemos formulado algunas de las más importantes, no obstante, la historia nos muestra muchas respuestas diferentes a cada una de las preguntas que nos hemos hecho. Vemos, pues, que resulta más fácil hacerse preguntas filosóficas que contestarlas. También hoy en día cada uno tiene que buscar sus propias respuestas a esas mismas preguntas. No se puede consultar una enciclopedia para ver si existe Dios o si hay otra vida después de la muerte, la enciclopedia tampoco nos proporcionará la respuesta a cómo debemos vivir. No obstante, a la hora de formar nuestra propia opinión sobre la vida, puede resultar de gran ayuda leer lo que otros han pensado. La Búsqueda de la Verdad que emprenden los filósofos podría compararse, quizás con una historia policíaca. Unos opinan que Andersen es el asesino, otros creen que es Nielsen, otros creen que lo es Jepsen. Cuando se trata de un verdadero misterio policiaco, puede que la policía llegue descubrirlo algún día. Por otra parte, también puede ocurrir que nunca lleguen nunca a desvelar el misterio. No obstante, el misterio sí tiene una solución. Aunque una pregunta resulte difícil de contestar puede, sin embargo, pensarse que tiene una, y sólo una respuesta correcta. O existe una especie de vida después de la muerte, o no existe. A través de los tiempos, la ciencia ha solucionado muchos antiguos enigmas que hace mucho eran un gran misterio, como saber cómo era la otra cara de la luna. Cuestiones como esas eran difícilmente discutibles; la respuesta dependía de la imaginación de cada uno. Pero hoy, hoy en día, sabemos con exactitud cómo es la otra cara de la luna. Ya no se puede creer que haya un hombre en la luna o que la luna sea un queso. Uno de los viejos filósofos griegos que vivió hace más de 2000 años pensaba que la Filosofía surgió debido al asombro de los seres humanos, al ser humano le parece tan extraño existir que las preguntas filosóficas surgen por sí solas, opinaba el. A muchas personas, el mundo le resulta tan inconcebible como cuando un prestidigitador saca un conejo de un sombrero de copa que hace un momento estaba completamente vacío. En cuanto al conejo, entendemos que el prestidigitador tiene que habernos engañado, lo que nos gustaría desvelar es cómo ha conseguido engañarnos. Tratándose del mundo, todo es un poco diferente. Sabemos que el mundo no es trampa ni engaño, por que nosotros mismos andamos por la tierra formando una parte del mismo, en realidad, nosotros somos el conejo blanco que se saca del sombrero de copa. La diferencia entre nosotros y el conejo blanco es simplemente que, el conejo no tiene sensación de participar en el juego de magia. Nosotros somos distintos. Pensamos que participamos en algo misterioso y nos gustaría desvelar ese misterio. En cuanto al conejo blanco, quizás convenga compararlo con el universo entero. Los que vivimos aquí somos unos bichos minúsculos que vivimos muy dentro de la piel de conejo. Pero los filósofos intentan subir por encima de uno de sus finos pelillos para mirar a los ojos al Gran Prestidigitador. Lo único que necesitamos para empezar a ser buenos filósofos es la capacidad de asombro. Todos los niños pequeños tienen esa capacidad, no faltaría más, tras unos cuantos meses, salen a una realidad totalmente nueva. Pero conforme van creciendo, esa capacidad de asombro parece ir disminuyendo, ¿a qué se debe? Veamos: si un recién nacido pudiera hablar, seguramente diría algo de este extraño mundo al que ha llegado. Porque, aunque el niño no sabe hablar, vemos como señala las cosas de su alrededor y como intenta agarrar con curiosidad las cosas de la habitación. Cuando empieza hablar, el niño se para y grita ¡guau!, ¡guau!, cada vez que ve un perro, vemos cómo da saltos en su cochecito, agitando los brazos y gritando ¡guau!, ¡guau!, ¡guau!, ¡guau! Los que ya tenemos algunos años, a lo mejor nos sentimos un poco agobiados por el entusiasmo del niño. “Sí, sí es un ¡guau!, ¡guau!”, decimos, muy conocedores del mundo, ¡Tienes que estarte quietecito en el coche¡. No sentimos el mismo entusiasmo porque hemos visto perros antes. Quizá se repita este episodio de gran entusiasmo unas 200 veces, antes de que el niño pueda ver pasar un perro sin perder los estribos o…un elefante o un hipopótamo. Pero antes de que el niño haya aprendido hablar bien, y mucho antes de que aprenda a pensar filosóficamente, el mundo se ha convertido para él en algo habitual. ¡Una pena, digo yo! Lo que debe preocuparnos es, que nosotros seamos de los que toman el mundo como algo asentado, para asegurarnos, vamos hacer un par de experimentos mentales. Imagínate que un día estás de paseo por el bosque. De pronto descubres una pequeña nave espacial parada en el sendero, delante de ti, de la nave espacial sale un ser, un pequeño marciano que se queda parado, mirando fijamente. ¿Qué habrías pensado tú en un caso así? Bueno, eso no importa, ¿pero te se ha ocurrido pensar que tú misma eres una marciana? Es cierto que no es muy probable que te vayas a topar con un ser de otro planeta y ni siquiera sabemos si hay vida en otros planetas pero puede ocurrir que te topes contigo mismo/a, puede que de pronto, un día te detengas, y te veas de una manera completamente nueva. Quizás ocurra precisamente durante un paseo por el bosque o en este instante. Soy un ser extraño, pensarás. Soy un ser misterioso. Es como si te despertaras de un largísimo sueño, como la Bella Durmiente. ¿Quién soy?, te preguntarás. Sabes que gateas por un planeta en el universo ¿pero qué es ese universo? Si llegas a descubrirte a ti misma de ese modo, habrás descubierto algo igual de misterioso que aquel marciano que mencionamos hace un momento. No sólo has visto un ser del espacio, sino que sientes desde dentro que tú mismo/a eres ese ser tan misterioso. Hagamos otro experimento. Una mañana, la madre, el padre y el pequeño Tomás, de dos o tres años, están sentados en la cocina desayunando. La madre se levanta de la mesa y va hacia la encimera, y entonces el padre empieza, de repente, a flotar bajo el techo, mientras, Tomás se queda mirando. ¿Qué crees que dice Tomás en ese momento? Quizá señalé a su papá y diga: papá está flotando. Tomás se sorprendería, naturalmente, pero se sorprende tan a menudo. Papá hace tantas cosas curiosas que un pequeño vuelo por encima de la mesa del desayuno no ha cambiado mucho las cosas para Tomás. Su papá se afeita cada día con una extraña maquinilla, otras veces trepa hasta el tejado para girar la antena de la tele, o mete la cabeza en el motor de un coche y la saca negra. Ahora le toca mamá. Ha oído lo que acaba de decir Tomás, y se vuelve decididamente, ¿cómo reaccionará ella ante el espectáculo del padre volando libremente por encima de la mesa de la cocina? Se le caería instantáneamente el frasco de mermelada al suelo y gritaría de espanto. Puede que necesite tratamiento médico cuando papá haya descendido nuevamente a su silla. ¿Por qué creéis que son tan distintas la reacciones de Tomás a las de su madre? Tiene que ver con el hábito. Tomar nota de esto. La madre ha aprendido que los seres humanos no saben volar. Tomás todavía no lo ha aprendido. El sigue dudando de lo que se puede y no se puede hacer en este mundo. ¿Pero y el propio mundo? ¿Crees que este mundo puede flotar? ¡También este mundo está volando libremente! Lo triste es que no sólo nos habituamos a la ley de la gravedad conforme vamos haciéndonos mayores. Al mismo tiempo, nos habituamos al mundo. Es como si durante el crecimiento perdiéramos la capacidad de dejarnos sorprender por el mundo. En ese caso, perdemos algo esencial, algo que los Filósofos intentan volver a despertar en nosotros. Porque hay algo dentro de nosotros mismos que nos dice que la Vida en sí es el Gran Enigma. Es algo que hemos sentido incluso mucho antes de aprender a pensarlo. Puntualizo: Aunque las cuestiones filosóficas conciernen a todo el mundo, no todo el mundo se convierte en Filósofo. Por diversas razones, la mayoría se aferra tanto a lo cotidiano que el propio asombro por la vida queda relegado a un segundo plano. (Se adentran en la piel de conejo, se acomodan y se quedan allí para el resto de su vida.) Para los niños, el mundo y todo lo que hay en él, es algo nuevo, algo que provoca su asombro. No es así para todos los adultos. La mayor parte de los adultos del mundo lo ve como algo muy normal. Precisamente en este punto donde los filósofos constituyen una honrosa excepción. Un filósofo jamás ha sabido habituarse del todo al mundo. Para él o ella, el mundo sigue siendo algo desmesurado, incluso algo enigmático y misterioso. Por lo tanto, los filósofos y los niños pequeños tienen en común esa importante capacidad. Se podría decir que un filósofo sigue siendo tan susceptible como un niño pequeño durante toda la vida. De modo que podéis elegir: ¿Sois unos niños pequeños que aún no han llegado a ser los perfectos conocedores del mundo? ¿O sois unos filósofos que pueden jurar que jamás lo llegarán a conocer? Si simplemente niegas con la cabeza, si no te reconoces ni en el niño ni en el filósofo, es porque tú también te has habituado tanto al mundo que te ha dejado de sorprender. Un breve resumen: se puede sacar un conejo blanco de un sombrero de copa vacío. Dado que se trata de un conejo muy grande, este truco dura muchos miles de millones de años. En el extremo de los finos pelillos de su piel nacen todas las criaturas humanas. De esa manera son capaces de asombrarse por el imposible Arte de la Magia. Pero conforme se van haciendo mayores, se adentran cada vez más en la piel de conejo, y allí se quedan, están tan a gusto y tan cómodos que no se atreven a volver a los finos pelillos de la piel del conejo, sólo los filósofos emprenden ese peligroso viaje hacia los límites extremos del idioma y de la existencia. Algunos de ellos se quedan en el camino, pero otros se agarran fuertemente a los pelillos de la piel de conejo y gritan a todos los seres sentados cómodamente, muy dentro de la suave piel del conejo, comiendo y bebiendo estupendamente: ¡¡Damas y Caballeros!! Dicen - ¡Flotamos en el espacio! - , pero esos seres desde dentro de la piel no escuchan a los filósofos. - Ay!! Qué pesados, - dicen. Y continúan charlando como antes: - Dame la mantequilla, ¿Cómo va la bolsa hoy?, ¿A que precio están los tomates?..." ¿De cuales eres tú? Los niños y los Filósofos tienen algo en común, la capacidad de asombrase por el Mundo |